1915-36

Enseñando a enseñar ciencias

Nombramiento de Modesto Bargalló como docente normalista.
Nombramiento de Modesto Bargalló como docente normalista.

 

Con la estabilidad lograda con su reciente nombramiento como profesor numerario de Física, Química, Historia Natural y Agricultura, un veinteañero Modesto Bargalló se instaló en la ciudad de Guadalajara en cuya escuela normal comenzó a ejercer la docencia en el curso 1915-1916. La proximidad a la capital le permitió continuar sus estudios de licenciatura en ciencias en la Universidad Central de Madrid que había iniciado en 1913 y que finalizará en 1931. 

 

En la escuela normal alcarreña Bargalló formó a más de 20 generaciones de maestros de escuela primaria. Para ello, emprendió la creación de un aula de ciencias adecuada a los fines pedagógicos que según él debía perseguir la enseñanza de las ciencias. Entre estos fines se encontraban aprender a observar la naturaleza, a elucidar los principios físicos y químicos experimentando con instrumentos y aparatos previamente construidos por el alumnado y a entender la realidad a través del prisma de la ciencia, entre otros. En definitiva, a adquirir el hábito científico, esto es, la capacidad de investigar en la escuela. Una escuela que debía integrar todas las ciencias. Este carácter integrado de las ciencias escolares se reflejaba en la arquitectura escolar del aula que, durante años, diseñó y confeccionó el propio Bargalló. Así, el aula de ciencias de Bargalló incluía un salón de clases con minerales y otros artefactos como macetas, insectarios, herbarios y terrarios para las clases de historia natural; un taller para la construcción de artefactos de física y un laboratorio para la realización de experimentos de química. El propio Bargalló nos legó ilustraciones realizadas por él mismo donde podemos intuir cómo fueron dichas dependencias, las cuales fueron publicadas en 1925 en un artículo aparecido en Revista de Escuelas Normales.

Sin embargo, las prácticas pedagógicas que desarrolló Bargalló en su aula de ciencias trascendieron las lindes de la escuela normal alcarreña gracias a su quehacer como autor y editor.  

Cubierta del primer número de «Faraday»
Cubierta del primer número de «Faraday»

Entre 1923 y 1927 y de nuevo entre 1931 y 1932, Bargalló dirigió la Revista de Escuelas Normales, el principal órgano de expresión y comunicación del profesorado de las escuelas normales. En 1928 fundó el boletín Faraday, la cual se mantuvo hasta 1929 y está considerada una de las primeras publicaciones en didáctica e historia de la física y la química en España. A través de estas publicaciones, Bargalló difundió sus quehaceres y cavilaciones sobre cuestiones diversas como la enseñanza de las ciencias, la historia de las ciencias, las particularidades de los planes de estudio del magisterio o la importancia de las traducciones  al castellano de obras científicas.

Obra traducida por Modesto Bargalló en 1917.
Obra traducida por Modesto Bargalló en 1917.

En este último terreno Bargalló también desarrolló una notable labor como traductor. Fruto de este esfuerzo cabe destacar la publicación en 1917 de Elementos de Química, obra de Wilhelm Ostwald, una de las figuras más destacadas de la química de principios del siglo XX. Ostwald fue, además, un eminente educador que reflexionó ampliamente sobre la enseñanza de la química. Lozano, profesor de Bargalló en sus años de Madrid, se había nutrido de las ideas de Ostwald para la enseñanza de la química en sus cursos en el Museo Pedagógico Nacional, por lo que no sorprende que esta traducción inaugurase la larga lista de trabajos publicados por Bargalló en España.  Así, al igual que Ostwald, Bargalló abogó por una selección precisa de los saberes fundamentales de la química que debían enseñarse en la escuela en lugar de la memorización de datos sobre elementos y compuestos. En la selección de estos saberes jugó un papel fundamental la historia de la ciencia.

Obra basada en una conferencia impartida por Bargalló en Barcelona en 1930.
Obra basada en una conferencia impartida por Bargalló en Barcelona en 1930.

En consonancia con otros educadores de la época, Bargalló consideraba que la historia de la ciencia constituía el fundamento sobre el que edificar la metodología de la enseñanza de las ciencias por existir un paralelismo entre la evolución del discente y la evolución histórica de las ciencias. Así, al igual que las ciencias en las primeras fases de su desarrollo habrían tenido un carácter eminentemente observacional y empírico, observar y experimentar debían constituir las bases de las prácticas de enseñanza de las ciencias en los primeros cursos. Esta apuesta pedagógica por la historia en la enseñanza de las ciencias también se plasmó en sus obras, siendo frecuente encontrar abundantes datos históricos en sus manuales, así como en uno de sus libros para maestros dedicado en exclusiva a disertar sobre las potencialidades didácticas de la historia de la física y de la química: La enseñanza experimental en la escuela (1932).

 

Esta obra fue publicada por Bargalló en Ediciones Sardá, editorial de la que llegó a ser director. En esta editorial publicó diversas «obritas» sobre cuestiones específicas de la didáctica de las ciencias como el papel de las experiencias prácticas en la enseñanza de la botánica o de la construcción de aparatos de física. En esta editorial también publicó su Manual de física y su Manual de Química (junto al catedrático de instituto Marcelino Martín) y su colección de manuales de Física y Química para tercer, cuarto y quinto de bachiller. En este ámbito resultó de especial interés su título de licenciado en ciencias, grado académico que debían presentar los docentes de segunda enseñanza. Su obra circuló así entre escuelas normales, escuelas de primera enseñanza e institutos de segunda enseñanza, entre otros centros de enseñanza. 

Con el inicio de la Guerra Civil en 1936, Modesto Bargalló contaba así con más de dos décadas de docencia a sus espaldas en la escuela normal alcarreña y con una ingente producción impresa, la cual no se detendrá incluso durante el avance del conflicto, pues algunas ediciones de su obra fueron publicadas en fechas tan cruciales como 1938. No obstante, la situación a comienzos de 1939 supondrá el truncamiento de su vida y obra en España, forzando a un nuevo capítulo biográfico que nunca pensó escribir: el exilio.