Pensar el lenguaje de la ciencia 

Trabajo publicado en 1947.
Trabajo publicado en 1947.

En paralelo a su labor enseñando química en el Instituto Politécnico Nacional, Bargalló reflexionó ampliamente sobre diversas cuestiones vinculadas a la terminología científica, con especial atención al caso del lenguaje químico. Sus reflexiones  sobre el lenguaje de la ciencia estuvieron inscritas en su profundo interés por la epistemología, la didáctica y la historia de la ciencia. Para Bargalló, pensar críticamente los términos químicos constituía una forma de hacer que «la química se pensase a sí misma», tal y como entendía la epistemología de la química su colega argentino Carlos E. Prélat, doctor en química y profesor titular de la Universidad de Buenos Aires.

Bargalló se implicó activamente en los debates sobre cuestiones de nomenclatura química, reivindicando una mayor implicación de la comunidad química en la toma de decisiones sobre el lenguaje de la disciplina. De ella da cuenta un artículo de título revelador, Nomenclatura química y libertad, publicado en Ciencia, la revista por excelencia del exilio científico republicano: 

 

Una nomenclatura unificada tendría probabilidades de mejor éxito, conforme fuese más extensa su elaboración, esto es, mayor el número de naciones, organismos e incluso particulares, que directa o indirectamente hubiesen intervenido en ella. No encierra inconveniente alguno que químicos de todas las procedencias se preocupen de modificar la nomenclatura química, como resultado de serios estudios sobre ella. Se les debe por tanto, ofrecer las páginas de las revistas y abrirles las puertas herméticas de las comisiones oficiales. Así, la nomenclatura se nos aparecerá como recomendación nacida de una labor conjunta y a cuyo cumplimento estamos gustosamente obligados. 

Linus Pauling fue uno de los químicos más destacados del siglo XX. Fotografía recuperada del Archivo Histórico dedicado a su figura de la Universidad de Oregón.
Linus Pauling fue uno de los químicos más destacados del siglo XX. Fotografía recuperada del Archivo Histórico dedicado a su figura de la Universidad de Oregón.

Otro ámbito de la terminología científica en la que Bargalló adoptó una perspectiva crítica es la «completa anarquía» en el lenguaje de la química materializada en un exceso de polisemia y sinonimia, fenómenos semánticos que si bien enriquecen las letras en literatura, pueden ser contraproducentes en ciencias por poder conducir a errores de concepto y dificultades para el estudiante. Tal es el caso del concepto «molécula», que se usaría demasiado a la ligera en química, lo que sería perjudicial para los principiantes en la disciplina. Bargalló también abordó la convivencia de significados distintos para determinados conceptos científicos, fruto de las diferentes teorías interpretativas que se habrían sucedido en el desarrollo de las ciencias. Un ejemplo sería el término «oxidación» (ganancia de oxígeno), nacido en el marco de la teoría química de Lavoisier, pero poco adecuado en el marco de la concepción electrónica moderna de los fenómenos de oxidación. Desde este último marco sería más adecuado el uso de «deselectronación» (pérdida de electrones) como sustituto, termino propuesto por Linus Pauling y que Bargalló también aceptó como más adecuado. 

En esta obra publicada un año después de su jubilación, Bargalló recopiló buena parte de sus artículos sobre lenguaje científico.
En esta obra publicada un año después de su jubilación, Bargalló recopiló buena parte de sus artículos sobre lenguaje científico.

Las reflexiones de Modesto Bargalló sobre terminología científica se imbricaron profundamente con su interés en la historia de la ciencia. En esta línea, defendió una mayor presencia de nombres de elementos químicos que hiciesen mención a la «Edad de Oro de la Química», proponiendo nombres como scheelium (por Carl W. Scheele), lavoisium (por Antoine Laurent Lavoisier), avogadrium (por Amadeo Avogadro), gay-lussacium (por Joseph Louis Gay-Lussac), daltonium (por John Dalton) o berzelium (por Jans Jacob Berzelius). Además, defendió el nombre de wolframio en lugar de tunsgteno para el elemento descubierto por los españoles Juan José y Fausto Delhuyar y de eritronio en lugar del vanadio para el elemento hallado por el químico madrileño Andrés Manuel del Río. Una prueba más de cómo la historia de la ciencia impregnó la obra de Modesto Bargalló, ofreciéndonos hoy una proscenio privilegiado para valorar su gran valor analítico para la reflexión epistemológica y terminológica sobre ciencia.