Enseñar ciencias con su historia 

El jueves 21 de agosto de 1930, con 15 años de docencia a sus espaldas, Modesto Bargalló impartió una conferencia en la Escola d'Estiu de Barcelona de aquel año. Bajo el título La evolución de las ciencias físicas y la enseñanza científica en la escuela primaria, Bargalló disertó sobre las potencialidades pedagógicas de la historia de la ciencia para la enseñanza. Como hemos visto con anterioridad, su promoción del «hábito científico» como el fin último de la enseñanza de las ciencias se nutría de su propia visión del desarrollo histórico de las ciencias en tres fases.  Ello da cuenta del papel central de la historia de la ciencia en el proyecto pedagógico de Modesto Bargalló.  Así, de habernos encontrado entre el público asistente a aquella conferencia, no nos habríamos sorprendido al escuchar la recomendación que Bargalló lanzó a los allí presentes:

 

Yo os pido que cuando tengáis en la enseñanza de las ciencias alguna duda de orden metodológico, no busquéis solamente su solución en el buen libro de Didáctica: consultad también un buen manual de Historia de la Cultura o de la Ciencia respectiva y tal vez tengáis inspiraciones no sospechadas.

 

Diario ABC, 3 de diciembre de 1925.
Diario ABC, 3 de diciembre de 1925.

Bargalló encontró en la historia de la ciencia múltiples inspiraciones que no solo nutrieron su labor como docente, sino también su labor como autor. Así, la presencia de abundante información histórica en sus manuales de ciencias fue ampliamente elogiada por varios intelectuales de la época, como el ensayista Eugenio D'Ors, quien tras reseñar el Manual de Física de Bargalló en la edición matutina del diario ABC en la mañana del jueves 3 de diciembre de 1925, subrayaba la necesidad de potenciar los estudios de historia de la ciencia en España. El propio Bargalló compartió esta idea, lo que le llevó a fundar en 1928 el boletín Faraday, considerada la primera revista especializada en la didáctica y la historia de las ciencias fisicoquímicas en España. Esta publicación, que cayó en el olvido y no ha sido recuperada sino hasta fechas recientes, da cuenta del empeño de Bargalló por visibilizar la historia de la ciencia entre el profesorado.  Desde sus páginas reseñó obras publicadas en otros países, dio cuenta de jornadas, revistas y nuevas instituciones dedicadas a la historia de la ciencia en el marco internacional y difundió la traducción al castellano de obras científicas de gran valor histórico a través de fragmentos de varios textos de celebérrimos científicos como John Dalton, Amadeo Avogadro o Isaac Newton. 

Extracto de la sección Historia del primer número de «Faraday» (enero, 1928).
Extracto de la sección Historia del primer número de «Faraday» (enero, 1928).

Los textos clásicos de la historia de la ciencia encerraban para Bargalló un enorme valor didáctico en la medida que reproducen con sencillez los principios básicos de la ciencia, a diferencia de las reelaboraciones de los manuales escolares que en ocasiones introducían complejidades innecesarias. 

Reseña del «Manual de Química» de Bargalló y Martín, por Enrique Moles (1928).
Reseña del «Manual de Química» de Bargalló y Martín, por Enrique Moles (1928).

Otra de las virtudes de las obras de Bargalló era la abundante información biográfica sobre las personalidades de la historia de la ciencia, algo que fue alabado en algunas reseñas. El propio Bargalló defendió el alto valor pedagógico de las biografías científicas, en la medida en que ayudan al docente a promover virtudes, valores y actitudes en el alumnado. Tal es el caso de Michel Faraday, que da nombre a su boletín, y cuya biografía consideraba Bargalló un ejemplo de vida sencilla, templada, impregnada por la avidez de superarse con escasos medios, con el noble empeño de saciarse en todas las ramas del espíritu y con un admirable tesón.

Detalle de la cabecera de «Faraday» donde puede observarse el montaje experimental de uno de los célebres experimentos realizados por el químico Antoine L. Lavoisier en el siglo XVIII. Un guiño al protagonismo de la historia de la ciencia en el boletín.
Detalle de la cabecera de «Faraday» donde puede observarse el montaje experimental de uno de los célebres experimentos realizados por el químico Antoine L. Lavoisier en el siglo XVIII. Un guiño al protagonismo de la historia de la ciencia en el boletín.

La historia de la ciencia se revela así como una poderosa herramienta educativa que impregnó la renovación pedagógica de la enseñanza de las ciencias emprendida por Modesto Bargalló desde las aulas de la escuela normal alcarreña y que circuló ampliamente por las aulas españolas gracias a Faraday, sus manuales y sus otros muchos trabajos publicados en España durante más de dos décadas.